Celeste es un juego indie de plataformas, elegantemente diseñado por Matt Makes Games, que exige un ajuste de los tiempos perfecto para apretar los botones en el momento oportuno. No hay alternativa a una mecánica de ensayo-error en la que iremos descartando opciones hasta encontrar el camino hacia la siguiente estancia. A esto suma una música que se adapta a la perfección a cada momento narrativo (y jugable; la línea que separa ambos conceptos en Celeste es difusa) y un delicioso estilo pixel art en el apartado gráfico. Celeste es todo esto, pero también mucho más; eso explica por qué un plataformas que no había hecho mucho ruido hasta el momento ha encandilado a toda la crítica especializada. Y, además, está disponible para Nintendo Switch, PlayStation 4, Xbox One, Microsoft Windows, GNU/Linux y MacOS.
El juego nos pone en la piel de Madeline, quien se ha propuesto como objetivo escalar la montaña Celeste que da nombre a esta aventura. Al comenzar no sabemos exactamente cuáles son sus motivaciones para que se haya decidido a afrontar un reto de esa magnitud (Madeline está muy lejos de ser una escaladora experta y la montaña es conocida por su exigencia), pero sí es evidente la determinación que imprime a su compromiso por completar el ascenso.
El control enamora desde el primer instante y recuerda poderosamente a las sensaciones de Super Meat Boy, con el que tiene más de una similitud. Solo necesitaremos la cruceta y tres botones para manejarnos por unos escenarios detallados que aportan información útil tanto para avanzar en cada desafío como para ir añadiendo piezas a la historia. Saltar, agarrarnos a las paredes para escalar y el maravilloso “Dash”, que puede realizarse en cualquiera de las ocho direcciones y se recarga al tocar el suelo o uno de los diamantes, serán nuestras únicas armas para conquistar la cima, y no hay posibilidad de mejora o cambio entre las mismas -nos acompañan inmutables desde el principio hasta el final.
Ya es posible encontrar «speed runs» en YouTube que pueden deprimir al recién llegado. Lo cierto es que, teniendo en cuenta el auge de los eSports (la popularización llega hasta tal punto que ya es posible apostar en numerosas ligas en BetStars), resulta curioso que este formato «speed run» (superar la fase en el menor tiempo posible; llevado a la competición ciclista, sería algo parecido a una contrarreloj) no haya encontrado su sitio todavía. Juegos como este Celeste, Super Meat Boy, etc. serían perfectos para tal fin.
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Fuente: Youtube
Pero Celeste no se queda solo en el aspecto jugable, sino que destaca por una imbricación narrativa entre mecánicas, escenarios, ritmo, música y conversaciones con PNJs que pocas veces se ha visto en el género, mucho menos en un plataformas bidimensional puro, levantado sobre píxeles. Plantea reflexiones ciertamente interesantes sobre cómo nos percibimos a nosotros mismos, sobre la soledad y la depresión, pero también sobre nuestras capacidades para enfrentarnos a los miedos que nos atenazan y el innegable poder que nos concede la curiosidad y el ansia de descubrimiento.
Es sorprendente, además, que un juego en el que estamos condenados a fallar una y otra vez antes de encontrar la solución a los puzles que nos plantea su diseño de niveles, resulte tan gratificante. No vamos a engañar a nadie, en Celeste se muere, y mucho, miles de veces. Pero la reaparición en el último punto de control, ubicado siempre de forma magistral, es inmediata y no penaliza al jugador ralentizado el ritmo del juego (otra similitud con SMB). Al contrario, le incita a intentarlo una vez más hasta encontrar la solución para avanzar, para encontrar un nuevo desafío que le rete y le sorprenda.

Imagen de Matt Makes Games / CC BY-SA 4.0
Apartado aparte merece la música, que se combina a la perfección con cada estancia de cada uno de sus ocho (nueve, en realidad; hay que jugarlo para descubrirlo) niveles. Cada nota, cada cambio de ritmo encajan a la perfección con lo que se muestra en pantalla. Y cuando encontramos las cintas que nos llevan a la cara B de cada nivel, donde la exigencia se dispara, la variación es tan genial que casi supone una motivación suficiente para encontrar estas entradas ocultas a auténticos desafíos para los más duchos.
Celeste es una obra maestra, una joya en la que el personaje solo mejora si lo hacemos nosotros. No hay puntos, árbol de habilidades o una infinidad de ítems; no los necesita. Es un juego que se centra en hacer conectar emocionalmente al jugador con su avatar, a implicarlo en una historia de descubrimiento, a mantener una contención en las posibilidades de interacción con el entorno que le permite profundizar de una forma pocas veces vista en la construcción y el crecimiento del personaje. Un juego imprescindible en la estantería de aquellos que buscan algo más que evasión para sus momentos de ocio digital.
“Es el momento, Madeline. Respira hondo. Tú puedes hacerlo.”